La ironía de la resurrección

Los evangelios tienen una cantidad deliciosa y saludable de ironía. Los evangelistas utilizan esta herramienta literaria para transmitir verdades de forma punzante y en ocasiones de forma chistosa. La historia de la resurrección de Jesús es una de estas secciones en las que la ironía es utilizada para comunicar verdad.

La versión de Mateo me ha sorprendido una y otra vez por su ironía. Hay tres eventos que llamaron particularmente mi atención. En el capítulo 27 Mateo narra la crucifixión de Jesús y su sepultura. Pero mi interés está en una breve sección en los versículos 62-66. Los infames Fariseos siguen haciendo de las suyas. No están conformes con haber matado a Jesús. Ahora quieren asegurarse de que sus discípulos no vayan a robar su cuerpo y vayan a engañar a las personas diciendo que Jesús realmente resucitó. Existen por lo menos tres ironías en estos sucesos.

La ironía del día de reposo

Los Fariseos aborrecian a Jesús y una de las razones principales por las que lo odiaban tanto era que él, según ellos, quebrantaba el día de reposo. Sin embargo, en los evangelios vemos que Jesús es el Señor del día de reposo (Mateo 12:1-8). Además él explica que el día de reposo fue hecho para el hombre y no el hombre para el día de reposo (Marcos 2:27). También vemos una y otra vez que Jesús hacía el bien cuando tenía que hacer algo durante el día de reposo (Mateo 12:9-14).

La ironía aquí es que los Fariseos, quienes acusaban a Jesús de sanar personas durante el día de reposo, quebrantaron el día de reposo al reunirse para hablar con Pilato y al ir a asegurar el sepulcro de Jesús. Y lo peor es que ellos no quebrantaron el día de reposo para hacer el bien, sino todo lo contrario. Probablemente lo que estaban haciendo era, en su opinión, algo muy bueno y era aprobado por Dios. No se. Este es el grado al que su incredulidad e hipocresía llegaban.

La ironía de su memoria

La segunda ironía es aún peor que la primera. Los Fariseos recordaban las palabras de Jesús cuando profetizó que iba a resucitar. Ellos no solo recordaban palabras generales, sino que sabían los detalles. Recordaban que Jesús dijo específicamente que al tercer día él iba a resucitar. La ironía es que los discípulos todavía no habían entendido las repetidas veces que Jesús predijo su resurrección. Es irónico que los Fariseos entendían más las palabras de Jesús que sus mismos discípulos. Ellos habían puesto más atención. Los discípulos estaban más preocupados tratando de decidir quién era el mayor entre ellos.

Lo más triste es que a pesar de que los Fariseos entendían las palabras de Jesús, su orgullo y su autojustificación les impedían ver a Jesús como el Mesías.

 

Además, los Fariseos adjudicaban más entendimiento de las palabras de Jesús a sus discípulos de lo que en realidad entendían. Los Fariseos pensaban que los discípulos recordaban las palabras de Jesús y que por lo tanto iban a tramar algún plan para robar el cuerpo y engañar a todos. Lo chistoso es que en ese punto, la resurrección ni siquiera era una opción en la mente de los discípulos.

La ironía de la tumba asegurada

La tercera ironía es, en mi opinión, la más gloriosa de todas. Los Fariseos hicieron todo lo humanamente posible para evitar que los discípulos fabricaran una historia ficticia de la resurrección. Fueron a hablar con Pilato, sellaron la piedra que tapaba el sepulcro y pusieron una guardia romana. Hicieron todo lo que estaba en sus manos para evitar que una historia falsa de la resurrección se esparciera (¿Ya sabes para donde voy?).

La ironía es que al asegurarse de que no hubiera una forma humana posible de inventar la historia de la resurrección de Jesús, sin saberlo, magnificaron la verdadera resurrección sobrenatural de Jesús.

 Ellos se encargaron de que ninguna fuerza humana pudiera sacar a Jesús de la tumba. Y al hacer esto solo dejaron espacio para que una intervención divina fuera la única explicación de la tumba vacía. Las precauciones de los enemigos de Jesús magnificaron la verdad de su resurrección. Esta es una verdad gloriosa. No había ninguna posibilidad de que el cuerpo fuera robado. Sin embargo, al tercer día la tumba estaba vacía.

Conclusión

Esta no es la primera vez que Dios, en su soberanía, utilizó los propósitos humanos malignos para llevar a cabo su voluntad. El ejemplo más grande de esta verdad es la crucifixión de Jesús. Los líderes religiosos y políticos se unieron para matar a Jesús. Ellos estaban haciendo el mal. Pero Dios había predeterminado que esto pasara. Y en su soberanía, él decidió salvar a la humanidad por medio de la muerte y resurrección de Jesús quien fue crucificado por hombres impíos (cf. Hechos 2:23; 4:27-28).

No fue un error que Jesús fuera crucificado. Fue parte del plan que Dios había instituido desde antes de la fundación del mundo. De igual forma, no fue un error o una coincidencia que los Fariseos se esforzaran tanto para impedir la intervención humana en la tumba de Jesús. 

A final de cuentas, tanto en la muerte de Jesús como en su resurrección, Dios es quien merece toda la gloria.