¿Es bíblica la membresía de iglesia? - Parte 2

Por Nathan Cedarland

En la primera parte de esta serie evaluamos algunas posturas equivocadas sobre la membresía de iglesia (eclesiástica) y buscamos una definición bíblica clara. En este segundo segmento, exploraremos la base bíblica para un proceso formal de membresía y veremos cómo cabe dentro del entendimiento familiar y misional de la iglesia.

El proceso formal

A esta altura, probablemente ya viste la solidez de el concepto de koinonia para describir el compromiso que los miembros de una iglesia local deben tener los unos con los otros (lee la parte uno si no lo vez). Aunque las mismas ideas de compromiso y sumisión son cubiertos por la palabra membresía, estos conceptos son más directamente defendibles desde las Escrituras cuando usamos la palabra koinonia. He hablado con muchos creyentes a quienes les cuesta trabajo aceptar el concepto de una membresía eclesiástica formal porque no lo ven explícitamente enseñado en ningún pasaje de la Biblia. Reconocen la metáfora de 1 Corintios 12 de un cuerpo con muchos miembros, pero señalan que este pasaje carece de alguna mención de un proceso formal de membresía. “¿Por qué mi asistencia fiel e involucramiento no pueden ser suficientes para mostrar que soy un miembro?” Aunque pienso que sí queda apoyo bíblico para usar el término “membresía,” la palabra koinonia nos ayuda a responder a esta pregunta.

En Gálatas 2:9-10, Pablo habla de lo que parece ser un proceso formal de reconocimiento:

“y al reconocer la gracia que se me había dado, Jacobo, Pedro y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra de compañerismo (koinonia), para que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los de la circuncisión. Sólo nos pidieron que nos acordáramos de los pobres, lo mismo que yo estaba también deseoso de hacer.”

Mientras que debemos tener cuidado de no basar todo nuestro argumento en este solo pasaje, sí nos provee un caso de estudio. La mano derecha de Koinonia que le dieron los apóstoles a Pablo no fue lo que hizo a Pablo un apóstol (él aclara esto en Gálatas), sino que fue un reconocimiento formal de parte de los líderes de Jerusalén del llamado de Dios que Pablo tenía, el cuál les permitía asociarse con él en el ministerio del evangelio. De forma similar, el proceso de membresía provisto por una iglesia local no hace a alguien Cristiano (sólo Dios puede hacer eso), sino que es un reconocimiento formal de la fe de una persona, el cual permite a la iglesia local asociarse con ese individuo para el ministerio.

El proceso de membresía provisto por una iglesia local no hace a alguien Cristiano (sólo Dios puede hacer eso), sino que es un reconocimiento formal de la fe de una persona, el cual permite a la iglesia local asociarse con ese individuo para el ministerio.

Un breve análisis de este pasaje revela que el dar “la mano derecha de compañerismo” era más que un acto informal de aceptación. Primero que nada, los apóstoles llegaron a un nivel de certeza del hecho de que Pablo había recibido la gracia de Dios. Esto hubiera una entrevista intencional a Pablo y una revisión de su testimonio. En segundo lugar, esto también parece haber involucrado una conversación sobre el propósito y la misión (“para que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los de la circuncisión,”) y en tercer lugar, un acuerdo sobre uno de sus valores fundamentales (“Sólo nos pidieron que nos acordáramos de los pobres”).

No es difícil visualizar este mismo patrón siendo seguido en situaciones más generales. Un hombre llega a una nueva ciudad y se pone en contacto con la iglesia local. Los ancianos se reúnen con él y buscan identificar si él es un creyente. Después de escuchar su profesión del evangelio, le comparten sus convicciones de vivir como un pueblo misionero y de su énfasis en el cuidado de aquellos en necesidad. Después de escuchar el acuerdo de este hombre con estas convicciones y verificar su entendimiento del evangelio, le ofrecen la mano derecha de compañerismo. Este escenario sería fuertemente apoyado por la enseñanza Nuevotestamentaria del sacerdocio de todos los creyentes. Si todos los creyentes son llamados a participar en el ministerio (cf. Efesios 4:11-12), y sin embargo no debemos tener compañerismo con los incrédulos (cf. 2 Corintios 6:14), entonces cada persona que profesa ser creyente debe ser examinada antes de permitírsele participar en el ministerio de la iglesia local. Sabemos que en la iglesia primitiva, los creyentes también llevaban cartas de recomendación cuando viajaban a una nueva ciudad. Esto permitía la koinonia sin tener que hacer una entrevista tan exhaustiva. Aunque no todos los detalles son especificados en la Escritura, estos son principios generales y patrones para seguir.

¿No deberían ser suficientes las relaciones?

¿Por qué los ancianos no pueden evaluar el compromiso de una persona en base a una relación? ¿Realmente es necesario un proceso formal? La estructura de nuestra iglesia es de Comunidades Misionales [1], y a veces nos enfocamos mucho en las relaciones, pero las relaciones y las estructuras formales no están peleadas.

Como en los aspectos formales del matrimonio, un proceso de membresía de iglesia es una forma de traer claridad y definición a la relación de un individuo con la familia de la iglesia local.

El proceso formal de una ceremonia nupcial define de forma importante la relación entre un hombre y una mujer. Estas formalidades no apagan la relación auténtica sino que sirven para darle mayor estabilidad. Ninguno de nosotros admira a un hombre que busca todos los beneficios del matrimonio pero que al mismo tiempo evita el compromiso que requiere. Esto no es amar a una mujer de la misma forma que el estar involucrado en una iglesia “bajo mis propios términos” no es amar a la Esposa de Cristo. Como en los aspectos formales del matrimonio, un proceso de membresía de iglesia es una forma de traer claridad y definición a la relación de un individuo con la familia de la iglesia local.

El proceso va a variar dependiendo de la cultura local y el tamaño de la iglesia, pero las preguntas centrales que deben ser contestadas por causa de la fidelidad al evangelio permanecerán las mismas. ¿Este individuo está siguiendo a Cristo y por lo tanto es alguien con quien podemos compartir el ministerio, o les falta un entendimiento verdadero del evangelio? ¿Solo son amigos de alguien en la iglesia, o están comprometidos con la familia de la iglesia completa? ¿Solo les gusta la predicación, o están gozosamente sometidos a la autoridad espiritual de los ancianos? ¿Se quedarán en medio de las tormentas y pruebas, o abandonarán el barco cuando las cosas se pongan difíciles y la novedad se desvanezca? La meta es traer claridad a la relación (en la parte 3 de esta serie discutiremos por qué esta claridad es tan importante).

En resumen, la naturaleza del compromiso que uno debería hacer con la iglesia local no es idéntica al pacto del matrimonio. Sin embargo, como en el matrimonio, esta tiene aspectos formales y relacionales. El hacerse miembro de una iglesia local no es meramente como firmar un documento para un contrato de negocios, sino que compone una parte vital sobre el cuidado personal que la iglesia le da a los individuos para ayudarles a crecer como discípulos de Jesús. No obstante, dado que la iglesia es la esposa de Cristo comprada con sangre, la membresía no es un asunto trivial. Debe ser algo que tomamos con seriedad porque nuestro compañerismo (koinonia) en el evangelio es lo que avanza el reino de Dios en la tierra y muestra a Jesús en el mundo.


[1] Para indagar más en el tema de comunidades misionales, lee estos artículos: “¿Qué son comunidades misionales?” y “¿Qué es una iglesia misional?” de Justin Burkholder. “Comunidades Misionales” en nuestra página web. Si quieres indagar más a fondo, lee el libro “Iglesias 24/7” por Tim Chester y Steve Timmis.


Nathan pastorea la iglesia Kaleo Grays Harbor en Aberdeen, WA. Él también escribe para Harbor Gospel Colectivo y el blog de Saturate.