Una oración peligrosa
En la costa noroeste de los Estados Unidos, donde vivo, muchos de los hispanos trabajan en la agricultura o en el bosque. Algunos de mis amigos trabajan pizcando una planta a la cual llaman "salao." La temporada de esta planta no dura todo el año. Además no les pagan salario o si quiera por hora. Más bien les pagan por manojo. Esto quiere decir que cuando es temporada de la cosecha del "salao" ellos no tienen tiempo que perder. Deben de salir lo más temprano posible y dejar de trabajar lo más tarde que se pueda. Deben trabajar rápido, tomar solo los descansos que sean necesarios.
La cosecha de Dios
En Lucas 10:1-16, Jesús compara el ministerio del Reino de Dios con una cosecha. Los campos de personas están listos para ser cosechados por las personas que Jesús ha llamado y designado como trabajadores de su cosecha. Así como en la cosecha del salal, los trabajadores de la cosecha de Dios también deben tener un sentido de urgencia.
En esta historia Jesús da instrucciones a setenta (y dos) de sus discípulos sobre como deben trabajar en esta cosecha. Aunque estas instrucciones son específicas para los setenta (y dos), las aplicaciones para la Iglesia de hoy son vastas.
Su situación y la nuestra
La situación en la que Jesús designó y envió (v. 1) a estos discípulos, aunque con varias diferencias significativas, es muy semejante a la de la Iglesia de hoy. En ese momento había una cosecha muy grande. La cosecha hoy es tan inmensa como en ese tiempo. Había necesidad de trabajadores. Hoy existe la misma necesidad. Jesús designa y envía a los discípulos en base a su autoridad, y es esa misma autoridad por la cual Jesús continua designando y enviando gente. Así como Jesús escogió, designó y envió a sus discípulos, Él ha escogido, salvado, capacitado, bautizado con el Espíritu Santo, designado, y enviado a cada creyente.
Una aclaración importante es que este pasaje no es solamente para los creyentes que sienten un llamado especial a ser pastores o misioneros. Este pasaje aplica a todos los creyentes, ya que todos hemos sido escogidos, designados y enviados como trabajadores de la cosecha del Señor.
Rueguen al señor de la cosecha
Uno de los dichos más conocidos de Jesús es la exhortación a orar que les da en los versos 2-3. Las palabras son estas: "La cosecha es mucha, pero los obreros pocos; rueguen, por tanto, al Señor de la cosecha que envíe obreros a Su cosecha. Vayan; miren que los envío como corderos en medio de lobos" (NBLH).
De estas instrucciones podemos sacar un paradigma del llamado de cada creyente a poner manos a la obra en la cosecha del Señor. Ya aclaramos que todos los creyentes han sido designados y enviados en base a la autoridad de Jesús y al empoderamiento del Espíritu Santo. Por lo tanto este paradigma aplica a todos los creyentes. Este paradigma se puede dividir en tres actos.
Primer acto
Primero, Jesús hace saber a los discípulos que hay una necesidad o un problema. La cosecha es mucha; hay mucha necesidad, existen muchas almas que están perdidas y están listas para escuchar las buenas noticias del Reino de Dios. Sin embargo, no hay suficientes trabajadores para la cantidad tan grande de trabajo. Jesús quiere que los discípulos estén conscientes de este problema. Si no saben que hay un problema, ¿entonces cual es el punto de orar?
Segundo acto
En segundo lugar, Jesús les manda que oren al Señor de la cosecha para que él solucione el problema. La solución a este problema de falta de trabajadores es que Dios mismo mande más trabajadores a su cosecha.
Por cierto, Lucas sutilmente muestra su convicción de que Jesús es Dios al referirse a Jesús como al Señor al principio de esta historia sabiendo que va a citar las palabras de Jesús donde él pide a los discípulos que oren al Señor de la cosecha refiriéndose a Dios. Lo que Lucas está haciendo es igualar a Jesús con Dios.
Tercer acto
Aquí es donde la cosa se pone interesante. Jesús, después de mostrar la necesidad a los discípulos y después de mandarles que oren a Dios por una solución, les dice "¡vayan!" En otras palabras, Dios los está haciendo la respuesta a la oración misma de ellos. Él les manda que pidan por más trabajadores, y en respuesta él los envía como trabajadores de la cosecha.
Un paradigma para hoy
A esto me refiero cuando digo que esta es una oración peligrosa. Cuando Dios quiere enviarnos como trabajadores en su cosecha, el paradigma es este: Primero nos muestra la necesidad. Pero no nos manda inmediatamente. Antes de enviarnos, él quiere que reconozcamos que solamente él puede proveer para esta necesidad. Y en su misericordia decide incluirnos en su plan soberano de salvación, primero por medio de la oración.
Dios, en su soberanía y misericordia, se deleita en obrar y traer salvación por medio de nuestras oraciones. Pero nuestras oraciones no son lo único que él usa para salvar al mundo. Después de haber orado, él mismo nos convierte en la respuesta a nuestras oraciones al enviarnos a nosotros mismos. Por lo tanto, Dios es quién recibe toda la gloria. A final de cuentas es su cosecha, no la nuestra. Nosotros solo somos los trabajadores. Pero que privilegio tan grande de poder participar tan íntimamente en este proceso de salvación.
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